No Land Tattoo colabora con el artista Joan Torres para crear la primera falla de la historia centrada en la iconografía del tatuaje

No Land Tattoo colabora con el artista Joan Torres para crear la primera falla de la historia centrada en la iconografía del tatuaje

Por Marta Moreira.

 

Las Fallas y el arte contemporáneo llevan décadas cruzando sus miradas. El diseño gráfico, el grafiti o incluso el arte conceptual han ido penetrando poco a poco en las fiestas populares valencianas, contribuyendo a crear una ruta de fallas alternativas o experimentales que cada año genera más interés, tanto dentro como fuera del entorno estrictamente fallero.

Sin embargo, hasta ahora el mundo del tatuaje solo había estado presente en las fallas de forma testimonial. Ningún monumento había centrado su temática exclusivamente en el universo simbólico y estético de esta expresión artística. La comisión de Nicolau Andreu de Torrente, población situada a poco más de diez kilómetros de la ciudad de Valencia, será la primera en hacerlo gracias a la alianza del artista fallero Joan Torres con el estudio No Land Tattoo Parlour.

El próximo 15 de marzo se plantará en la calle San Juan de Ribera 17 de Torrente una falla de casi seis metros de altura y tres metros de base, cuyas figuras centrales hacen referencia a tres imágenes icónicas del tatuaje tradicional: un faro, un corazón atravesado por una daga y una sirena estilo pin-up que lleva una serpiente enroscada en el cuerpo. Esta última es la que se presentará al concurso del ninot indultat de este año. El afán de superación, el empoderamiento de la mujer y la relación del hombre con la naturaleza en relación al cambio climático son algunos de los conceptos de actualidad con los que los falleros de esta comisión han querido relacionar estos símbolos universales del tatuaje old school.

Para diseñar este monumento, Joan ha contado con la colaboración de Sento Biosca, veterano tatuador y propietario de No Land Tattoo Parlour, estudio que ya conocía como cliente y amigo de la casa. Su vinculación al punk rock y su afición a los tatuajes viene de lejos, de modo que la decisión de dedicar una falla a este universo ha sido muy natural para él. “Para este proyecto quería contar con un tatuador y un estudio de renombre, por eso pensé en No Land. Me hacía ilusión porque, a excepción del ninot de un tatuador que diseñó Sento Llobell para la falla de Na Jordana hace unos años, esta va a ser la primera que se dedica totalmente a la simbología del tatuaje”.

“Una de las cosas que tuvimos claras desde el principio es que la iconografía tenía que ser muy mítica y reconocible para todo el mundo, para que no solo la pudiesen entender las personas familiarizadas con el mundo del tatuaje”, explica este artista fallero, conocido por crear fallas poco convencionales, con un estilo de líneas planas y desproporciones.

A pesar de no estar vinculado a las fallas de forma activa, Sento aceptó el encargo de inmediato, aun conociendo su complejidad. “Ver plasmados tus diseños en esculturas ha sido bonito, y además el proceso ha sido muy curioso. Aunque yo solo he hecho dibujos en dos dimensiones, y ha sido otra persona la que los ha convertido en 3D para el modelado, la realidad es que hay muchas cosas que tienes que tener en cuenta a la hora de diseñar, y que eran nuevas para mí. Por ejemplo, como las figuras deben sostenerse sobre una base de forma estable, hay que pensar que por dentro suelen llevar una estructura con forma piramidal. Otra cuestión importante a tener en cuenta es que no deben sobrepasarse unas dimensiones determinadas y que hay figuras que deberán cortarse para poder ser trasladadas en camiones para la plantà. Por ejemplo, al principio dibujé la sirena con una postura en escorzo, con una mano tocando la cola, pero después tuve que cambiar la posición de la mano y ponerle un cinturón para disimular el corte en la cintura que tendría que hacerse a la figura para poder trasladarse del taller a la calle”.

Un proceso complejo

“Esta falla ha sido difícil de construir, no te voy a engañar”, confiesa Joan. “Colaborar con un diseñador externo es más difícil que hacerlo todo tú mismo. Pero ha valido la pena”.

Según nos cuenta, existen varias maneras de modelar una falla. A veces se hace en directo, a partir de una plancha plana sobre la que se corta una silueta que después se talla y se monta. Pero en este caso se ha trabajado sobre figuras fresadas que se generan a partir de un diseño en 3D. “Lo pasamos por máquinas de control numérico que van creando los volúmenes en corcho y poliespan expandido. A partir de ahí, cortas, cepillas y lijas hasta conseguir que la figura esté perfectamente modelada siguiendo el diseño original”.

Después del modelaje, se construye la estructura interior, que suele ser de madera. “Sento tuvo que pensar previamente en la postura de la pin-up para que la base fuese estable, porque sobre el papel cualquier cosa aguanta, pero en la realidad….” Aun así, explica, a la hora de pasar el diseño a 3D hubo que hacer algunos ajustes sobre el dibujo original por razones de seguridad y para poder trabajar más cómodamente. “Cada vez que se modificaba algo, se lo comunicaba antes a Sento para que me diese el ok. Él entendió perfectamente que hay cosas pequeñas que había que cambiar para que la falla fuese viable”.

Después de la estructura, llega el momento de empapelar el monumento con cartón fino y un engrudo casero de agua y harina que tiene como objetivo endurecer la pieza. “A continuación, le damos de tres a cuatro manos de gotelé y después debemos lijar la pieza para depurar al máximo las formas. Antes de comenzar a pintar con pistola, le doy una mano de barniz sintético para garantizar que el gotelé no salte”.

Otro detalle diferenciador de esta falla es el uso de rotuladores para imitar la línea negra gruesa que se utiliza en el tatuaje tradicional para perfilar los contornos de las siluetas, así como los tatuajes que pintó directamente Sento sobre el cuerpo de la pin-up cuando la escultura estaba ya terminada. Una vez tenemos todo listo, se pulveriza un hidrofugante para repeler el agua en caso de lluvia y…. voilà!

Un artista fallero que trabajó para Legoland y Marvel Dubai

El principal maestro de Joan Torres fue Antonio Verdugo, de quien aprendió los secretos del oficio después de terminar su Grado Superior de Artista Fallero y Escenografía. Otro de sus grandes referentes fue el reconocido dibujante de cómics Sento Llobell (Valencia, 1953), adscrito a la corriente de la llamada Nueva Escuela Valenciana. “Era el padre de uno de mis mejores amigos, así que pasé bastante tiempo con él y me fijaba mucho en su obra, porque a mí desde pequeño me gustaron mucho las artes plásticas y el dibujo”.

Joan no solo perfeccionó su talento para diseñar, modelar y construir estructuras en talleres falleros. En Rumanía trabajó creando figuras de moldes y reproducciones para parques temáticos como Legoland y el de Marvel en Dubai. Unos años más tarde, en Portugal, se especializó en la creación de escenografías para grandes eventos. “En aquella época modelé muchas rocas artificiales y cascadas”, recuerda.

Desde que montó su propio taller en Sagunto en 2023, ha recibido encargos de comisiones de renombre, como Cuba-Puerto Rico o Séneca-Yecla. “Tengo la suerte de que me dejan siempre mucha libertad, porque de hecho me contratan porque están buscando algo diferente -explica-. La falla de Torrente, de hecho, lleva una línea moderna desde hace años”.

Los primeros artistas falleros “modernos” de la historia

El precursor de las fallas experimentales contemporáneas fue Ricardo Rubert (Burjassot,1923 – Granada,1991), artista fallero que decidió a principios de los años sesenta abandonar los códigos estéticos del neobarroco valenciano para investigar formas de representación plástica más estilizadas y esquemáticas, utilizando además nuevos materiales. Sus “fallas desintegradas”, en las que daba mucha importancia a la creación de vacíos en el cuerpo central del monumento y jugaba con luz, espacio y texturas, le valieron el mote popular de “El Loco”.

En 1965 se retiró de las fiestas falleras y empezó a trabajar como ambientador cinematográfico para películas como “Doctor Zhi­vago”, “Nicolás y Alejandra” y “El Sur”, así como decorador de salas de fiesta y cafeterías madrileñas y creador de figuras y construcciones efímeras para parques de atracciones.

Alfredo Ruiz (Valencia, 1944) tomó el relevo de Rubert en la década de los setenta, al transgredir los convencionalismos para empezar a crear monumentos cada vez más depurados, inspirados en las vanguardias rusas de Malévich y Kandinsky y en el minimalismo abstracto. No solo era una revolución estética, sino también temática: fue también de los primeros en introducir en las fallas temas de reflexión como el ecologismo, la desigualdad, el capitalismo, el racismo o la pena de muerte.

Este cambio radical de lenguaje generó mucha controversia entre el público más purista, pero al mismo tiempo favoreció que muchas personas ajenas al mundo fallero empezaran a interesarse por este tipo de piezas iconoclastas. Después de Alfredo Ruiz vinieron muchos otros pioneros, que han contribuido a crear una especie de “ruta alternativa” de fallas no convencionales en las que muchas veces el artista fallero colabora con un creador contemporáneo que procede de otros ámbitos, como es el caso de Escif, Okuda, Reyes Pe, Giovanni Nardín, Julia Navarro, Miguel Hache o Dídac Ballester. Aunque para una parte del sector fallero todavía resulta inconcebible que existan monumentos horizontales, audiovisuales, hinchables, creadas con materiales textiles, lo cierto es que la renovación de los lenguajes en las fallas no tiene vuelta atrás.